Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 25 de marzo de 2008

Redemptoris Mater



El 25 de marzo de 1987, cercanos al fin del segundo Milenio después de Cristo y al comienzo del tercero…
decia el Santo Padre Juan Pablo II en su introducción a la Encíclica Redemptoris Mater, sobre la Bienaventurada Virgen Maria en la Vida de la Iglesia peregrina:

“deseamos dirigirnos de modo particular a la que, en la « noche » de la espera de Adviento, comenzó a resplandecer como una verdadera « estrella de la mañana » (Stella matutina). En efecto, igual que esta estrella junto con la « aurora » precede la salida del sol, así María desde su concepción inmaculada ha precedido la venida del Salvador, la salida del « sol de justicia » en la historia del género humano”



Su amor a Maria venía de más lejos, desde sus muy tempranos años como dijera en Don y Misterio “La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También, al acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen….En Debniki, en el período en el que iba tomando fuerza mi vocación sacerdotal, gracias también al mencionado influjo de Jan Tyranowski, mi manera de entender el culto a la Madre de Dios experimentó un cierto cambio. Estaba ya convencido de que Maria nos lleva a Cristo, pero en aquel período empecé a entender que también Cristo nos lleva a su Madre. Hubo un momento en el cual me cuestioné de alguna manera mi culto a María, considerando que éste, si se hace excesivo, acaba por comprometer la supremacía del culto debido a Cristo. Me ayudó entonces el libro de San Luis María Grignion de Montfort titulado "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen''. En él encontré la respuesta a mis dudas….Comprendí entonces por qué la Iglesia reza el Ángelus tres veces al día. Entendí lo cruciales que son las palabras de esta oración: "El Ángel del Señor anunció a María. Y Ella concibió por obra del Espíritu Santo... He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra... Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros..." ¡Son palabras verdaderamente decisivas! Expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad. Esto explica el origen del Totus Tuus. La expresión deriva de San Luis María Grignion de Montfort. Es la abreviatura de la forma más completa de la consagración a la Madre de Dios, que dice: Totus tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor Tuum, Maria”


En Maria Mediadora leemos : La doctrina de la Mediación de María, es desarrollada muy ampliamente por el Santo Padre Juan Pablo II en su Carta Encíclica "Redemptoris Mater". Oportunamente el Concilio Vaticano II mencionó también el título «Mediadora» y habló de hecho de la Mediación de María (LG 60 y 62), pero este tema nunca se había expuesto hasta ahora en documentos magisteriales de forma tan amplia. La Encíclica no va de hecho más allá del Concilio, cuya terminología hace suya. Pero ahonda los planteamientos de éste y les da con ello nuevo peso para la teología y la piedad.


Mons. Jose Maria Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina comentaba en su homilía el 8 de marzo para la celebración del Dia Internacinal de la Mujer:
“Para la mujer dirigir su mirada a la Virgen, Nuestra Madre, no es sólo un acto de religiosidad, sino también descubrir en ella el secreto para vivir dignamente su femineidad, como el camino para llevar a cabo su verdadera promoción. A la luz de María, nos recordaba Juan Pablo II, la Iglesia lee en el rostro de la mujer los reflejos de una belleza, que es espejo de los más altos sentimientos de que es capaz el corazón humano, así: la oblación total del amor, la fuerza que sabe resistir a los más grandes dolores, la fidelidad sin límites, la laboriosidad infatigable y la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo (cfr. Redemptoris Mater, 46)”


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