Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 25 de junio de 2008

Juan Pablo II en Polonia 1983 - 2


Hito histórico
Maciej Lukasiewicz, entonces editor en jefe del diario Rzeczpospolita escribia el 16 de octubre de 2003 recordando asi la visita de Juan Pablo II de 1983 a su patria Polonia.

Ocurrió el 17 de junio de 1983. Cuesta creer que hayan pasado 20 años. En el rincón más secreto de mi corazon creo que ese fue el momento que hizo colapsar al sistema.

Aun estábamos sumergidos en la represión de la ley marcial, nuestra ley post-marcial. Pacificados ciertamente pero desgastados, seguíamos esperanzados pero dudosos del valor de una resistencia dura; rodeados de un mar de malicia y audacia por parte de las autoridades; profunda desazón y pasividad creciente en la sociedad.
Digo “nosotros” – los de la entonces clandestinidad existente parte de las estructuras conspirativas, perseguidos por las fuerzas de seguridad, a menudo detenidos, liberados y encerrados nuevamente.

De repente ocurrió algo increíble. Las autoridades otorgaron permiso para la visita de Juan Pablo II. Hoy podemos preguntarnos porque ocurrió, y pensar en varias respuestas igualmente posibles, sumergiéndonos en un análisis psicológico y político para tratar de desenmarañar y captar el estado de ánimo del Gen. [Wojciech] Jaruzelski, sus colegas y sus adversarios políticos. Hoy, todos ellos (con excepción del (ex vocero del gobierno) Jerzy Urban) no dudan en profesar que solo eran patriotas polacos, aplastados por la bota soviética, y que admiraban de todo corazón a este gran polaco, y que fue esa la razón de extender esa invitación para aquel memorable junio de 1983 y darle la bienvenida en su patria con los brazos abiertos.

Yo, sin embargo, tengo mi propia verdad. Yo estuve allí, junto a mis amigos de la resistencia, en el Estadio del Décimo Aniversario. Nosotros y un millón más. Por primera vez, vi un mar de gente con mis propios ojos. Entonces comprendimos, nosotros y el resto – los “proscriptos” y los “instigadores” de la nación – que no estábamos solos, que teníamos un propósito, que no todo había terminado, y que nadie nos había doblegado, a nosotros, el pueblo polaco.

El papa bendijo a Polonia, su patria, y hablo firme, si bien diplomáticamente acerca de la esencia de la verdad, del amor al hermano, de la necesidad de la libertad en todo el sentido de la palabra como valor supremo del hombre, imposible de obtener sin “solidaridad”. Todos entendimos el pleno sentido de esta última palabra, sin equivocaciones, todos nosotros, el millón de personas. Comprendimos el simbolismo de las comillas, y el código para emprender el camino.

Terminado el discurso un estruendo de aplausos, cantos y exclamaciones de buenos deseos cubrió el cielo de Varsovia. La mayoría de los rostros cubiertos de lagrimas y los corazones que latían oprimidos por la emoción. No solamente porque habían comprendido que necesitaban vivir libremente, sino porque necesitaban vivir mas sabiamente y mejor, necesitaban iniciar la comunicación entre ellos, entre el pueblo polaco.

Cientos de miles de personas abandonaron el Estadio y marcharon hacia el Puente Poniatowski en la margen izquierda de Varsovia. Sonrientes, mas fuertes, con una fe renovada en la lucha. Caía la tarde cuando el grueso de la columna llegaba al edificio del Comité Central de Trabajadores Unidos de Polonia, donde mas tarde se instalaría la Bolsa de Comercio Polaca.
El clima era pacifico y gozoso, sin la màs mínima nota de agresión.
Muchos hacian señas hacia “el otro lado” pero con gesto amigable, si bien al comenzar la marcha los estandartes de Solidaridad y los slogans se habian desplegado ya al salir del Estadio.
Se escuchaban gritos “Ven, únete a nosotros” pero no se obtuvo respuesta. El edificio a oscuras, ni el más mínimo rastro de luz se filtraba por las ventanas. Pero debían estar allí observando el flujo del rio humano bajo sus ventanas. Estábamos separados por un cordón de ZOMO (policía armada) apoyada por carros de asalto y fuerzas preparadas a intervenir. Pero no fue necesario.

Aunque creo que nos tuvieron miedo ya desde agosto de 1980 (comienzo del movimiento de trabajadores Solidaridad) y no dejaron de tenernos miedo después del 13 de diciembre de 1981 (comienzo de la ley marcial) en aquel momento se sentian verdaderamente atemorizados, subrepticiamente ocultos detràs de las cortinas de aquella “Casa Blanca” dándose cuenta que estaban solos y no eran bienvenidos. Quizás también comprendieron entonces que habia llegado la hora de unirse a nosotros. Como fue el desarrollo de este proceso es parte de otra historia.
Fue aquel día, 17 de junio de 1983 que derrotamos al sistema – por primera vez en Polonia. Después la revolución tomo impulso, como una tormenta.
Sin el, sin nuestro Papa polaco, y la fortaleza que nos infundió entonces, probablemente nos hubiese tomado varios años mas. Como lo manejó y como fue posible es una pregunta que no dejarè de plantearme durante el resto de mi vida

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