Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 16 de febrero de 2010

La pastoral de los niños


“…siempre he procurado y procuro encontrar tiempo par reunirme con los niños. Nunca he cesado de exhortar a los sacerdotes que les dediquen con generosidad su tempo en el confesionario. Es particularmente importante formar bien la conciencia de los niños y de los jóvenes. Recientemente he hablado del deber de recibir dignamente la Sagrada Comunión (Ecclesia de Eucaristía, 37); esta disposición comienza a formarse ya desde la confesión que precede a la Primera Comunión. Es probable que cada uno de nosotros recuerde con emoción su primera confesión de niño.
Un testimonio conmovedor de amor pastoral por los niños lo dio mi predecesor san Pío X con su decisión sobre la Primera Comunión. No solamente redujo la edad necesaria para acercarse a la Mesa del Señor, de lo que yo mismo me aproveché en mayo de 1929, sino que dio la posibilidad de recibir la comunión incluso antes de haber cumplido los siete años si el niño muestra tener suficiente discernimiento. La Sagrada Comunión anticipada fue una decisión pastoral que merece ser recordada y alabada. Ha producido muchos frutos de santidad y de apostolado entre los niños, favoreciendo que surgieran vocaciones sacerdotales.
He estado siempre convencido que sin la oración no conseguiremos educar bien a los niños. Como obispo he procurado mimar a las familias y a las comunidades parroquiales a que susciten en los niños el deseo de encontrar a Dios en la oración personal. En ese espíritu he escrito recientemente:«Rezar el Rosario por los hijos, y mejor aún con los hijos […] es una ayuda espiritual que no se debe minimizar» (Rosarium Virginis Mariae, 42)
Obviamente la pastoral de los niños debe continuar en la adolescencia. La confesiòn ffrecuente y la direcciòn espiritual ayudan a los jòvens a discernir su vocaciòn y evitan que se pierdan cuando entran en la vida adulta.”
(Juan Pablo II ¡Levantaos! ¡Vamos!, p. 96-97 Editorial Sudamericana Buenos aires, 2004

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