Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

domingo, 25 de noviembre de 2012

Marco Gallo : “El caso argentino; la acción pacificadora de Juan Pablo II con motivo de la guerra de las Malvinas y su rol para favorecer la vuelta a la democracia” (5 de 11) Otros gestos de paz: la misa de reconciliación


Marco Gallo : “El caso argentino; la acción pacificadora de Juan Pablo II con motivo de la guerra de las Malvinas y su rol para favorecer la vuelta a la democracia” (5 de 11)  Otros gestos de paz: la misa de reconciliación

“Juan Pablo II en la carta a los argentinos había enumerado todos los esfuerzos realizados en pos del diálogo y entre los tantos se evidencia (porque es un gesto poco habitual en la tradición contemporánea de la Iglesia) el de celebrar una misa “pro pace et justicia servanda” para invocar la paz sobre la guerra del Atlántico Sur. El pontífice concelebra la liturgia junto a algunos obispos argentinos e ingleses, precisamente para subrayar que la Iglesia está por encima de las divisiones políticas y asimismo acompaña y es cercana al dolor de las naciones. Recuerda la famosa expresión de Pio XII: “con la paz nada está perdido, todo se puede perder con la guerra”. Hace un llamado a la razón, apelando a la capacidad para discernir entre el bien y el mal, manifestando la justa actitud para reclamar los propios derechos pero sin aplastar los ajenos y condenando como estéril e irracional el uso de la fuerza: “El amparo a la razón rinde al hombre un ser civil, que no está reducido a poder solucionar las divergencias con sus propios símiles solamente con el uso de la fuerza, sino que es capaz de buscar y de hallar la solución de ésas, a través del diálogo, el coloquio y la negociación.
Juan Pablo II no es un ingenuo, un utópico pacifista, es plenamente consciente de las dificultades y de los diferentes obstáculos que se encuentran en este incierto camino de reconciliación. Como pacificador se refiere a la unidad del género humano y advierte sobre los riesgos de un patriotismo que puede desembocar en un fanatismo nacionalista. Así las palabras de Karol Wojtyla: “...las dificultades pueden parecer ‘no superables’. Pero nunca son insuperables, si las partes saben dar, ambos, prueba de recíproca comprensión de los propios y ajenos derechos e intereses vitales, incluido el honor nacional legítimamente entendido; De estas exigencias los obispos presentes deben hacerse embajadores, sin buscar polarizaciones indebidas sino presentando de manera clara e unívoca la posición de la Iglesia. Una posición garante de la unidad que es ante todo ejemplo de vida y de acción. La Iglesia debe recordar  a todos la misión de preservar a los hombres como “imagen de Dios” que a menudo la guerra desfigura y vulgariza: “... de esta experiencia típicamente cristiana yo les pido, venerables hermanos e hijos queridísimos, hacerse testigos y voceros. Proclamen ante todos con la palabra y con el ejemplo que es posible, aun respetando las justas exigencias del patriotismo, salvaguardar aquella superior unidad de pensamientos, de intentos, de realizaciones, que se arraiga en la común naturaleza humana y que tiene su máxima expresión en la vocación a la misma descendencia divina...”. 
Cuatro días después de la Misa por la paz, el 26 de Mayo, como respuesta al pedido del Papa aparece una declaración conjunta, suscripta por el Arzobispo de Liverpool, Mons. Worlock, el Arzobispo de Glasgow, Mons. Winning, por el Card. Gray, Arzobispo de Sr. Andrews y Edimburgo y el Card. Hume, Arzobispo de Westminster; por parte de los obispos argentinos, los firmantes son el Card. Primatesta y el Card. Aramburu. En la declaración los obispos agradecen al papa por la iniciativa de celebrar la Misa por la paz y se comprometen en trabajar por una solución pacífica del conflicto.
Hay como un examen de conciencia por parte de los dos episcopados; no se ha hecho todo lo posible para evitar el conflicto, los espacios de movimiento eran exiguos, pero es cierto que ambos episcopados habían sido hasta el momento poco activos en la búsqueda de negociados. En esta perspectiva las palabras de la declaración no son de circunstancia o formales, sino que adquieren un espesor de fuerte responsabilidad. Termina de esta manera la declaración conjunta: “la paz es un don de Dios. Tenemos que orar todos para que este don precioso sea restituido a nuestros pueblos. Nos comprometemos a trabajar para lograr un clima de serena convivencia en el mundo que permita al Santo Padre continuar su misión pastoral de paz entre las naciones.”

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