Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 22 de enero de 2013

La indestructible comunión entre Wyszynski, cardenal primado, y Karol Wojtyla, futuro Papa


 “Desde el momento en que se anunciara su nombramiento como arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla se propuso evitar cualquier distancia entre él  y el primado en los asuntos Iglesia-Estado. Tras recibir el capelo cardenalicio, Wojtyla intensificó sus esfuerzos por seguir siendo el número dos a los ojos de la gente. Ambos cardenales tenían, por supuesto,  diferencias de estilo y análisis.  Wojtyla estaba más interesado en el marxismo como problema intelectual que Wyszynski.  No obstante, nunca existieron conflictos serios entre los dos y nos preguntamos si el cardenal Wyszynski era mentor del joven que una vez describiera, quizás algo despreciativamente, como «un poeta».



Wojtyla admiraba la pétrea firmeza de Wyszynski, su carácter incorruptible, su devoción por el deber y su perdurable compromiso con la justicia social. Criado en la tradición de Sapieha, Wojtyla quedaría naturalmente impresionado por Wyszynski como otro pater patriae en tiempos difíciles.  Al mismo tiempo Wojtyla no dudaba en hacer sus propias críticas al régimen o en seguir su programa de resistencia cultural a través de instrumentos como Tygodnik Powszechny, que a Wyszynski le resultaban en ocasiones difíciles de apreciar. La pasión de Wyszynski por un frente unificador le llevaba a veces a silenciar opiniones discrepantes de forma prematura: Wojtyla era un hombre que instintivamente trataba de mantener unidas a personas de opiniones diferentes. Wyszynski no confiaba en los intelectuales y pensaba que la depositaria del honor nacional era la fe de la gente sencilla. Wojtyla que sabía que los intelectuales podían comportarse muy mal en ocasiones,  se había comprometido a una Iglesia polaca en que hubiera espacio tanto para la inteligencia crítica como para la piedad popular. Pero, por otra parte,   el cardenal Wojtyla decidiría conscientemente, movido tanto por la lealtad como por la prudencia táctica, permanecer a la sombra del primado siempre que los dos aparecieran juntos. Karol Wojtyla era obispo a su manera e interpretaba a su modo la dinámica de la historia contemporánea; tenía su propio sentido de las tácticas apropiadas en la Iglesia local de la que era responsable.

Por otra parte en el cardenal Wyszynski se apreciaba un creciente respeto por Karol Wojtyla. El primado apreciaba el papel de Wojtyla como mediador con los intelectuales y sabía que había resultado un hábil negociador en varias crisis locales en Cracovia. También apreciaba la deferencia de Wojtyla hacia él, que además de personalmente auténtica era políticamente esencial. El primer paso de Wojtyla, al ser nombrado cardenal, había sido visitar a Wyszynski.   Wojtyla permanecería fiel a esa pauta de deferencias hacia el primado durante más de una década.

Wyszynski seria descrito a menudo en Occidente como el «partidario de la línea dura» y Wojtyla como «moderado».  Y sin embargo en los últimos años de su arzobispado en Cracovia, el régimen comunista detestaba y temía al Cardenal Wojtyla más que al primado Wyszynski. Con Wojtyla, el régimen nunca sabia que venia después. Un hombre del que esperaban que fuera un intelectual  tranquilo se había convertido en una personalidad pública carismática. Su defensa de la libertad religiosa era cada vez mas mordaz y golpeaba al régimen en su punto más vulnerable, en su afirmación de que era el autentico representante del pueblo polaco. Wojtyla era como un imán para los jóvenes y sistemáticamente se interponía entre el régimen y la juventud. Y era ecuménico en su apoyo de la disconformidad, que mostraba invitando con frecuencia a disidentes intelectuales, católicos o no, a su salón de la calle Franciszkanska.  El régimen debió de temer hallarse ante un hombre capaz de comprender la llamada del disidente Adam Michnik a un acercamiento de los intelectuales anticomunistas de tendencias izquierdistas y la Iglesia católica. Aquellos que proyectaban una interpretación política de los asuntos eclesiásticos – Wyszynski “el conservador” y Wojtyla “el moderado” – en las relaciones polacas Estado-Iglesia pasaban por alto todo lo citado. Sin embargo, el auténtico estado de las cosas no pasaba inadvertido a la policía de seguridad, ni cabe presumir, a sus señores del KGB. Les aterrorizaba que Wojtyla pudiera suceder a Wyszynski como primado. “    George Weigel “Testigo de esperanza” Plaza y Janes, 1999

Son bien conocidos los intentos y esfuerzos del régimen y la KGB en distanciar ambos cardenales, que finalmente no tuvieron éxito y además todos sus presentimientos y temores rebalsaron los límites más audaces,  pues Karol Wojtyla no solo que no sucedió a Wyszynski (que – si bien preocupante - hubiese resultado un “mal menor”) sino que fue elegido como primer Papa eslavo a la Sede de San Pedro, un Papa que aquel 22 de octubre de 1978  decía al comenzar su pontificado  ¡Oh, el designio de la Divina Providencia es inescrutable! 

Inescrutable por cierto, pues si bien tardaría en establecerse el cambio y los nubarrones serían amenazantes y duraderos,  aquel día del inicio de su pontificado comenzaba a  desmoronarse el régimen comunista y el Papa polaco seria su protagonista principal.    A los pocos días – como no pudiendo encontrar las palabras para excusarse a su querida gente de tan noble elección el Papa  se dirigía a sus compatriotas :    ¿Qué os puedo decir? – preguntaba – “Todo lo que pudiera deciros sería un pálido reflejo de lo que siento en estos momentos en mi corazón y de lo que sienten vuestros corazones. Dejemos pues a un lado las palabras. Quede sólo un gran silencio ante Dios, el silencio que se convierte en plegaria.”  

Habia en esa misma carta sentidas y agradecidas palabras de privilegio para su  secreto “mentor” :  “Venerable y querido cardenal primado: Permíteme que te diga sencillamente lo que siento. No estaría sobre la Cátedra de Pedro este Papa polaco que hoy, lleno de temor de Dios pero también de confianza, inicia un nuevo pontificado, si no hubiese sido por tu fe, que no se ha arredrado ante la cárcel y los sufrimientos. Si no hubiese sido por tu heroica esperanza, tu ilimitada confianza en la Madre de la Iglesia. Si no hubiese existido Jasna Gora y todo el período que en la historia de la Iglesia en nuestra patria abarca tu ministerio de obispo y primado.”  
Indudablemente, “el designio de la Divina Providencia es inescrutable!”

No hay comentarios: