Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 4 de junio de 2013

Beato Miguel Sopocko, confesor de Santa Faustina y corealizador de su misión – El "testamento" de Santa Faustina (4 de 4)




El padre Sopocko recordaba el último encuentro, el del del adiós con la religiosa un mes antes de su muerte y los deseos e indicaciones que ella le dejó. La religiosa le revelo tres grandes cosas. Él lo anoto de esta manera.


1. «No debes interrumpir la difusión del culto a la Divina Misericordia y sobretodo tendrás que insistir en la institución de la fiesta, que deberá ser el primer domingo después de Pascua. Nunca habrás de pensar que has hecho suficiente, ni siquiera ante las dificultades más grandes, aun si pudiera parecerte que no le agradase al mismo Dios, no deberás abandonar jamás. Aunque la decisión de la Iglesia en este sentido fuese negativa, no deberás ceder. Tampoco si te faltase fuerza física o moral no debes renunciar.

2. La infinidad de la Divina Misericordia no tiene límites. Y no alcanza nuestra vida para celebrarla. El mundo no existirá por mucho tiempo y Dios quiere concederle la Gracia a todos antes del fin para que durante el Juicio nadie pueda negar haber conocido la bondad divina y no haber escuchado hablar de Su Misericordia. No será por lo tanto importante para la Congregación que comience a dedicarse a cosas pequeñas y banales y las iniciativas que procedan de otros….. Dios mismo mandará una persona del mundo, que portará signos ciertos para poder reconocerlo.

3. Tener siempre buenas intenciones en toda la misión y las actividades. No buscarse a si mismo, sino solamente la gloria Divina y la salvación del prójimo. Cuando quieras decir algo piensa si es para la gloria de Dios; de lo contrario es mejor guardar silencio. No exponerse a primeros puestos. Si debe nacer una congregación, es mejor dejarle el gobierno a otros. Estar preparado para las dificultades más grandes, el abandono, decepciones, ingratitudes y persecuciones, aunque fuese de fracaso en fracaso, amargura, tristeza y abandono de todos. Cuando me dirija a Dios en la oración y no encuentre consolación sino solo vacio en el alma y el silencio asi hasta la muerte. Y bien! Entonces tener en lo más profundo del alma a Dios y consolarse. (…) Sentía que esta nuestra conversación era la última en esta vida, ella de hecho me pide le conceda la bendición Divina. A mi pedido me auguró todas las gracias de Dios y me saludó prometiéndome sus oraciones aquí y después de su muerte. (…)Sentí gran dolor en el alma y una profunda tristeza al tener que decirle adiós a una creatura tan excepcional y que ahora que ella me faltaría estaré abandonado de todos. Pero comprendí que era yo quien debía, antes que nada, confiar en la Divina Misericordia. Dios olvidaría todo aquello que había pasado. Dios me perdonaría todas las infidelidades porque es bueno. Por eso debía sacudirme de toda cobardía y tener confianza en El, confiar y solamente confiar »

Estas palabras de la carta transmitidas por el padre Sopocko, fueron una especie de testamento de Sor Faustina. Expresaban aquello que ya había sido cumplido durante su vida y con su obra de difusión de la verdad y de la veneración a la Divina Misericordia, y también el gozo que la embargaba. Indicaban además que quedaba mucho por hacer, que era Dios mismo que guiaba la obra y la realizaba, pero faltaba el esfuerzo humano y unido a éste inseparable el inherente sufrimiento. Estas palabras fueron dirigidas al padre Sopocko porque en nadie, a excepción de él, se veía un continuador tan diligente y fiel de la misión del apostolado de la Divina Misericordia en el mundo.

(traducido de Il camino di santitá di don Michele Sopocko, escrito por D. Henryk Ciereszko) 



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