Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 23 de septiembre de 2013

23 de septiembre San Pio de Pietrelcina

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de San Pio de Pietrelcina. Este santo tan admirado y querido  nació el 25 de mayo de 1887 y fue bautizado al dia siguiente de su nacimiento el 26 de mayo en la Iglesia de Santa Ana,  a unos pasos de su casa natal.


 “Pero, ¿cuál es el secreto de tanta admiración y amor por este nuevo santo? Es, ante todo, un "fraile del pueblo", característica tradicional de los capuchinos. Además, es un santo taumaturgo, como testimonian los acontecimientos extraordinarios que jalonan su vida. Pero el padre Pío es, sobre todo, un religioso sinceramente enamorado de Cristo crucificado. Durante su vida participó, también de modo físico, en el misterio de la cruz.


Solía unir la gloria del Tabor al misterio de la Pasión, como leemos en una de sus cartas:  "Antes de exclamar también nosotros con san Pedro:  "Bueno es estar aquí", es necesario subir primero al Calvario, donde no se ve más que muerte, clavos, espinas, sufrimiento, tinieblas extraordinarias, abandonos y desmayos" (Epistolario III, p. 287).

El padre Pío recorrió este camino de exigente ascesis espiritual en profunda comunión con la Iglesia. Algunas incomprensiones momentáneas con diversas autoridades eclesiales no alteraron su actitud de filial obediencia. El padre Pío fue, de igual modo, fiel y valiente hijo de la Iglesia, siguiendo también en esto el luminoso ejemplo del Poverello de Asís.
Este santo capuchino, al que tantas personas se dirigen desde todos los rincones de la tierra, nos indica los medios para alcanzar la santidad, que es el fin de nuestra vida cristiana.
La santa misa era el centro y la fuente de toda su espiritualidad:  "En la misa -solía decir- está todo el Calvario". Los fieles, que se congregaban en torno a su altar, quedaban profundamente impresionados por la intensidad de su "inmersión" en el Misterio, y percibían que "el padre" participaba personalmente en los sufrimientos del Redentor.


 San Pío de Pietrelcina se presenta así ante todos -sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos- como un testigo creíble de Cristo y de su Evangelio. Su ejemplo y su intercesión impulsan a cada uno a un amor cada vez mayor a Dios y a la solidaridad concreta con el prójimo, especialmente con el más necesitado.”



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