Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 9 de septiembre de 2013

El infierno de Auschwitz y la 2da guerra mundial (1 de 5)


“….en aquel momento descubrieron el infierno. Tras el alambre de espino, mirando a los soldados como si fueran fantasmas, no había hombres, sino gusanos. Cuerpos esqueléticos. Rostros inexpresivos. Ojos que semejaban agujeros negros. Eran solamente algunos de los 7.650 supervivientes. El resto se encontraba en los barracones de madera, imposibilitados para moverse, muchos con las articulaciones congeladas, o enfermos de tuberculosis.

Pero los que rompían el corazón eran los niños, los muchachos. Totalmente reducidos a piel y huesos. Muchos no llegaban a pesar ni tan siquiera veinte kilos. Eran unos pocos centenares de los más de 220.000 que habían sido deportados a Auschwitz, donde la mayoría perdió a su familia.
Los militares tuvieron que hacer un esfurzo enorme para proseguir on aquella dolorosa batida. Atrocidades, durante la guerra, habían visto muchas, pero nunca como aquèllas. Tan sòlo narrarlas o describirlas iba a ser difícil.

¿Cómo haces – se preguntaba angustiado un testigo, incluso muchos años después – cómo haces para «contar lo incontable?»

Allí estaban las ruinas de los hornos crematorios que habían hecho saltar por los aires, el último justo el día anterior. Y cadáveres, cadáveres por todas partes, más de 100.000, que los matarifes no habían tenido tiempo de incinerar. ¡Quién sabe cuántos de los prisioneros habían muerto arrastrados por los nazis durante su huida!

Y en los almacenes, millares de maletas con sus nombres y direcciones escritos por los mismos dueños. 300.000 pares de zapatos. Una montaña de gafas, de articulaciones ortopédicas, de juguetes. Un millón de trajes. Y empaquetadas, listas para ser enviadas a Alemania y transformarles en tejidos especiales, nada menos que siete toneladas de cabellos femeninos.
Quien haya estado en Auschwitz ha podido ver todo esto tras las enormes vitrinas en las que, si bien en una pequeñísima parte, se encuentra algo así como la proyección visual, lúgubre del numero de las víctimas, y por tanto, de lo que supuso el genocidio de seis millones de judíos.”


Gian Franco Svidercoschi: Historia de Karol, 118, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid

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