Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 10 de septiembre de 2013

El infierno de Auschwitz y la 2da guerra mundial (2 de 5)

(foto de Wikimedia)

“En Auschwitz , y en los otros lager polacos, así como en Dachau, en Buchenwald, en Mauthausen, se había levantado una monstruosa  «maquina» de la muerte. Demasiado bien organizada, demasiado eficiente, para creer que tras ella sólo se encontraban los jefes nazis, las SS, los verdugos, los ejecutores materiales, y no también, en connivencia u obligado, no importa saberlo, todo el aparato de un Estado, desde las industrias a la administración de los ferrocarriles o a las grandes casas farmacéuticas.

Es más, resulta realmente difícil de creer que sólo estuviera detrás la locura de la ideología racista de Hitler y sólo Alemania, y no todo el contexto europeo que se había degradado hasta el punto de permitir que se produjera semejante matanza.

Es difícil de creer que de alguna manera no estuviera implicada la responsabilidad de ciertas comunidades cristianas, demasiado pasivas cuando no indiferentes, o incluso cómplices de una persecución emprendida desde hacía tiempo y de forma tan sistemática y total contra los judíos.

Para Polonia fue un shock colectivo. El ejército nazi la había atacado y ocupado, y había sufrido las consecuencias de la guerra mucho más que el resto de los países implicados. Pero con todo, ¿acaso no era preciso reconocer que su destino, con todo lo terrible que había sido, no podía equipararse con el de los judíos? ¿Y cómo no sentirse especialmente conmovidos al tener el conocimiento de que toda aquella barbarie se había consumado, sobre todo, en tierra polaca?

Karol estaba desconcertado. Había vivido solo indirectamente aquella tragedia. Pero había sido para él una experiencia tan intensa, tan dolorosa, que desde aquel momento la llevaría siempre dentro de sí. Era como si sintiera que él como polaco, hijo de una nación que había conocido la perversidad del nazismo, hubiera participado de alguna manera en el martirio del pueblo hebreo.

En los lager habían desaparecido personas de otras razas, como los gitanos y algunas pertenecientes a ciertas étnicas eslavas. Habían desaparecido pastores protestantes, obispos y sacerdotes católicos, polacos y alemanes, como consecuencia de la durísima represión a la que Hitler había sometido a todas las Iglesias. Al acabar la guerra, nada menos que un tercio del clero polaco había sido aniquilado en los campos de exterminio”


Gian Franco Svidercoschi: Historia de Karol, 119/20, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid

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