Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 20 de septiembre de 2013

Juan Pablo II: la actitud de Jesús hacia la mujer



(imagen de la escultura de Michelangelo en el Museo del Duomo de Florencia, Italia - Wikipedia)

“Es particularmente conmovedor meditar en la actitud de Jesús hacia la mujer: se mostró audaz y sorprendente para aquellos tiempos, cuando, en el paganismo, la mujer era considerada objeto de placer, de mercancía y de trabajo, y, en el judaísmo, estaba marginada y despreciada.

Jesús mostró siempre la máxima estima y el máximo respeto por la mujer, por cada mujer, y en particular fue sensible hacia el sufrimiento femenino. Traspasando las barreras religiosas y sociales del tiempo, Jesús restableció a la mujer en su plena dignidad de persona humana ante Dios y ante los hombres. ¿Cómo no recordar sus encuentros con Marta y María (Lc 10, 38-42), con la Samaritana (Jn 4, 1-42), con la viuda de Nain (Lc 7, 11-17), con la mujer adúltera (Jn 8, 3-9) con la hemorroisa (Mt 9, 20-22), con la pecadora en casa de Simón el fariseo (Lc 7, 36-50) ? El corazón vibra de emoción al sólo enumerarlos. ¿Y cómo no recordar, sobre todo, que Jesús quiso asociar algunas mujeres a los Doce (Lc 8, 2-3), que le acompañaban y servían y fueron su consuelo durante la vía dolorosa hasta el pie de la cruz? Y después de la resurrección Jesús se apareció a las piadosas mujeres y a María Magdalena, encargándole anunciar a los discípulos su resurrección (Mt 28, 8).

Deseando encarnarse y entrar en nuestras historia humana, Jesús quiso tener una Madre, María Santísima, y elevó así a la mujer a la cumbre más alta y admirable de la dignidad, Madre de Dios encarnado, Inmaculada, Asunta, Reina del cielo y de la tierra. ¡Por eso, vosotras, mujeres cristianas, debéis anunciar, como María Magdalena y las otras mujeres del Evangelio debéis testimoniar que Cristo ha resucitado verdaderamente, que El es nuestro verdadero y único consuelo! Tened, pues, cuidado de vuestra vida interior, reservándoos cada día un pequeño oasis de tiempo para meditar y rezar.”
(tomado de Evangelizo - el Evangelio de cada dia)



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