Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 2 de noviembre de 2013

67 aniversario de la “Primera Misa” del novel sacerdote Karol Wojtyla


Con ocasión del 67 aniversario de la Primera Misa - fueron tres  misas privadas tal como comenta su antiguo párroco en Wadowice Kazimierz Figlewicz, y en estas misas su manuductor (del latin manus y ductor líder)  celebradas en memoria de sus fallecidos padres y hermano, en un lugar inusual:  en la cripta de San Leonardo en la catedral de Wawel, recuerdo la última carta del Beato Juan Pablo II a los sacerdotes, escrita el 13 de marzo de 2005 en el año de la Eucaristía, desde el Policlínico Gemelli. “Enfermo entre los enfermos” quería reflexionar con los sacerdotes sobre algunos aspectos de” nuestra espiritualidad sacerdotal”  y lo hacia en varios apartados:

 Una existencia profundamente «agradecida»
Una existencia «entregada»
Una existencia «salvada» para salvar
Una existencia que «recuerda»

Una existencia «consagrada» Bajo este título resaltaba la prodigiosa unicidad de la Eucaristía.
“ «Mysterium fidei!». Con esta exclamación el sacerdote manifiesta, después de la consagración del pan y el vino, el estupor siempre nuevo por el prodigio extraordinario que ha tenido lugar entre sus manos. Un prodigio que sólo los ojos de la fe pueden percibir. Los elementos naturales no pierden sus características externas, ya que las especies siguen siendo las del pan y del vino; pero su sustancia, por el poder de la palabra de Cristo y la acción del Espíritu Santo, se convierte en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Por eso, sobre el altar está presente «verdadera, real, sustancialmente» Cristo muerto y resucitado en toda su humanidad y divinidad. Así pues, es una realidad eminentemente sagrada. Por este motivo la Iglesia trata este Misterio con suma reverencia, y vigila atentamente para que se observen las normas litúrgicas, establecidas para tutelar la santidad de un Sacramento tan grande.
Nosotros, sacerdotes, somos los celebrantes, pero también los custodios de este sacrosanto Misterio. De nuestra relación con la Eucaristía se desprende también, en su sentido más exigente, la condición « sagrada » de nuestra vida. Una condición que se ha de reflejar en todo nuestro modo de ser, pero ante todo en el modo mismo de celebrar. ¡Acudamos para ello a la escuela de los Santos! El Año de la Eucaristía nos invita a fijarnos en los Santos que con mayor vigor han manifestado la devoción a la Eucaristía (cf. Mane nobiscum Domine, 31). En esto, muchos sacerdotes beatificados y canonizados han dado un testimonio ejemplar, suscitando fervor en los fieles que participaban en sus Misas. Muchos se han distinguido por la prolongada adoración eucarística. Estar ante Jesús Eucaristía, aprovechar, en cierto sentido, nuestras «soledades» para llenarlas de esta Presencia, significa dar a nuestra consagración todo el calor de la intimidad con Cristo, el cual llena de gozo y sentido nuestra vida.”

Seguían a continuación :
Una existencia orientada a Cristo

Una existencia «eucarística» aprendida de María.

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