Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 20 de mayo de 2015

El cardenal Dziwisz habla de los tres Papas de la misericordia



Mensaje del Cardenal Stanisław Dziwisz Arzobispo de Cracovia
al III Congreso Apostólico Mundial de la Misericordia (WACOM)
en Bogotá 15-19.08.2014


“No fue casual que también el papa Benedicto XVI comenzó su pontificado con la enciclica Deus caritas est - Dios es amor (2005) que habla de misterio de Dios que se manifiesta a través del amor. La Misericordia de Dios que caracteriza la relación de Dios con el hombre no es solamente la señal de la presencia de Dios en el mundo contemporáneo y en el destino de la gente, sino también un amplio espacio de comunicación del hombre con el otro hombre.”

El Papa Benedicto XVI, desarrollando el pensamiento del Santo Padre Juan Pablo II contenido en la Encíclica Dives in misericordia- de Dios rico en misericordia, dibujó el programa de su pontificado en la Encíclica Dios es amor - Deus caritas est. De este modo, entró al puro centro de la fe revelada y tocó los problemas existenciales que viven hoy los cristianos.
La reflexión de Benedicto XVI sobre el tema de Dios de amor concierne nuevos aspectos del concepto de fe que son resultado del contacto de la experiencia de la fe revelada en el antiguo testamento con el pensamiento Griego. Mientras de Juan Pablo II, hablando de Dios de la misericordia manifiesta plenamente en Cristo se refería a los conceptos semíticos del amor, Benedicto XVI concentra su atención en el pensamiento heleno que, en una etapa de desarrollo de la fe, se volvió el instrumento de su expresión. 
En la Encíclica Deus caritas est el Papa Benedito XVII recuerda que el hombre desde el comienzo de su existencia trató de definir de diferentes maneras quién es Dios. Los filósofos griegos buscaban la primera causa o el principio del mundo. Reflexionaban sobre la belleza misma, la armonía de las formas y del pensamiento. Los sabios del lejano oriente -India China Japón- hablaban de la fuerza que atraviesa el cosmos entero.


El Papa Benedicto XVII subraya que la fe cristiana conduce al hombre a Dios que es amor (1 J 4,16) y que los cristianos son los hombres que “han conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros“(1 J 4,16) . El conocimiento de Dios que se revela como el amor sobrepasa el conocimiento intelectual y la experiencia estética. A su vez, establece la relación personal entre Dios y el hombre en que el amor de Dios es la respuesta al don de amor de Dios.
Dios que nos fue revelado por Jesucristo no es una idea abstracta, no es un pensamiento o la verdad, pero es amor. Los discípulos de Cristo escucharon atentamente las palabras del Maestro, inscribiendo en sus corazones a cada palabra y expresión. Parece que San Juan quien fue ese discípulo amado, trasmitió más de este misterio del Padre que Jesucristo reveló al mundo. En su Primera Carta escribió “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 J 4,16). En esta afirmación yace la verdad de quien es Dios y quien es el hombre.
Detrás de la afirmación que Dios es amor, vienen importantes consecuencias vitales. Si Dios fuera solamente una idea perfecta, bastaría ejercitar la mente, conquistar las habilidades intelectuales y la sabiduría para conocer a Dios. Una definición similar de Dios excluiría, sin embargo, a todos los hombres que son menos capaces intelectualmente, no poseen la finura intelectual ni pueden pensar abstractamente. Dios que es amor se da a conocer a cada uno quien quiere abrirse a Él por el amor. 
La segunda consecuencia de esta verdad que Dios es amor es la necesidad de conocer a su Dios e imitarlo a Él en su comportamiento. Ser cristiano no consiste en descubrir la gran y sabia idea, sino en encontrarse con la Persona: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (DCE 1) San Juan Evangelista dice: “Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros” (1 J 4,16). Conocer y creer significa subeditar la vida a las exigencias de Dios y vivir de acuerdo con sus mandamientos según el modelo que Cristo dejó a sus discípulos. El encuentro con Dios y el conocimiento de su misterio lleva consigo las consecuencias existenciales.

El cristiano, subraya el Papa Benedicto XVII recibe el amor como el principio de la vida. De este modo continúa la experiencia de Israel expresada en la orden: “Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el señor es Uno. Amarás al señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 9,4-5). Simultáneamente entra en la experiencia de Cristo quien unió en un solo mandamiento el amor a Dios y al prójimo.
Según el Papa Benedicto XVII existe un solo amor de Dios al hombre y un solo amor que une al hombre con Dios. Desde la gran pasión que abarca el interior y el corazón hasta la disposición de perdón (Os 11,8-9) pasa al asombro y al éxtasis, total hundimiento en Dios y la prontitud de entregarse en sacrificio. Un amor similar fue manifiesto en su plenitud en Jesucristo-verdadero Dios y Hombre: “El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz” (DCE 10). El amor en Cristo es una gran pasión que se expresa en su ira frente a los mercaderes que hicieron del Templo una plaza. Es una profunda conmoción y el llanto sobre Jerusalén; compasión para los hombres enfermos, sufridos y paralíticos. Es la disposición de dar y compartir el bien con los hambrientos y necesitados. Finalmente, asume la actitud de compartir el destino humano en la muerte y en la cruz.


El Papa Francisco, ya al inicio de su pontificado el 7 de abril de 2013, el segundo Domingo de Pascua, en su toma de posesión de la Basílica de San Juan de Letrán, invitó a toda la Iglesia a abrirse a la Divina Misericordia, a confiar en su paciencia, vivir en las llagas de su amor y del encuentro de su misericordia en los sacramentos. Aludiendo al celebrado Domingo de la Divina Misericordia decía con verdadero énfasis: “Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor”.
Este Domingo de la Divina Providencia, el Papa llamó la atención a la bella realidad de la fe para nuestra vida que es la Divina Misericordia: “Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía”. Refiriéndose al Evangelio de la Fiesta de la Misericordia y a la persona de Tomás el Apóstol quien experimentaba la Divina Misericordia, que tiene la concreta cara de Jesús resucitado, el Papa señaló que “Tomás reconoce su propia pobreza, la poca fe: «Señor mío y Dios mío»: con esta invocación simple, pero llena de fe, responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por la misericordia divina, la ve ante sí, en las heridas de las manos y de los pies, en el costado abierto, y recobra la confianza: es un hombre nuevo, ya no es incrédulo sino creyente.” 
El Santo Padre Francisco indicó también a San Pedro quien negó a Jesús tres veces y quien experimenta también la Divina Misericordia: “ Pedro comprende, siente la mirada de amor de Jesús y llora. Qué hermosa es esta mirada de Jesús – cuánta ternura” – dijo el Papa y motivaba: “Hermanos y hermanas, nono perdamos nunca la confianza en la paciente misericordia de Dios”.
A su vez, aludiendo al fragmento del Evangelio que habla de los discípulos de Emaús a quienes Jesús no abandona por el camino y explica pacientemente los textos que se referían a Él, el Papa subrayó que “Éste es el estilo de Dios”. “No es impaciente como nosotros, que frecuentemente queremos todo y enseguida, también con las personas. Dios es paciente con nosotros porque nos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, no corta los puentes, sabe perdonar” - decía Francisco y aseguraba “Dios nos espera siempre, aun cuando nos hayamos alejado. Él no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos”.
El Papa Francisco también llamó la atención más adelante que ”la paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él, sea cual sea el error, sea cual sea el pecado que haya en nuestra vida”. El Santo Padre aclaró: “Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagas de sus manos y de sus pies y en la herida de su costado. También nosotros podemos entrar en las llagas de Jesús, podemos tocarlo realmente; y esto ocurre cada vez que recibimos los sacramentos”. El Santo Padre Francisco indicó la necesidad de la valentía para confiarse a la misericordia de Jesús confiar en su paciencia esconderse siempre en las llagas de su amor.
El Papa Francisco también recordó la situación de su experiencia de pastoral personal, cuando alguien decía: ”Padre, tengo muchos pecados»; y siempre en esta situación invitaba: la invitación que he hecho siempre es: «No temas, ve

con Él, te está esperando, Él hará todo». Animaba: “Dejémonos sin embargo aferrar por la propuesta de Dios, la suya es una caricia de amor. Para Dios no somos números, somos importantes, es más somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa”.
El Santo Padre Francisco confesó que en su vida personal vio varias veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia: “he visto también en muchas personas la determinación de entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y he visto siempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado.”
Para finalizar, el Papa Francisco llamó a abrirse a la Divina Misericordia confiar en su paciencia, el valor para regresar a su casa, para habitar en las llagas de su amor, dejándole amar, encontrar su misericordia en los sacramentos: “Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor”.
El Papa Francisco nos dio, igualmente, el medicamento que permite curar las llagas de los corazones quebrados que se llama la Misericordina y es la Coronilla a la Divina Misericordia. Esta oración la enseña la Santa sor Faustina que transmitió al mundo el Mensaje de la Misericordia junto con la imagen de Jesús Misericordioso y la Fiesta de la Misericordia.

(De la pagina oficial de Milosierdzie.pl)

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