El sacerdote Karol Wojtyła vivió en la calle Kanonicza, donde hoy
se encuentra el Museo del Arzobispado, no sólo a partir de su nombramiento como
obispo sino ya antes, en los años cincuenta, cuando era profesor en la
Universidad de Lublin. Hoy, en aquel palacio, su habitación y sus objetos
personales ocupan un lugar privilegiado.
Las religiosas que
trabajaban allí en aquel tiempo recuerdan que el joven profesor, ya con su
doctorado bajo el brazo, cuando se acercaba la hora de sacar agua del aljibe,
estaba siempre dispuesto a darle una mano a la religiosa de turno. “Y ya obispo y cardenal siempre veía junto a
si al prójimo” recuerda el señor Jozef Mucha, su chofer durante 14 años. Recuerda
también la tarta de tres pisos que el Cardenal confiscó durante una fiesta para
llevarla al grupo de pastoral juvenil. “Nosotros no necesitamos comer esta tarta
– le dijo al casero – llevémosla a los jóvenes”…. Al Cardenal Wojtyła le
gustaba mucho la lecha cuajada y era capaz de sacrificar cualquier comida –
prosigue el señor Mucha sonriendo – antes de algún almuerzo especial, pero sobre todo antes de las grandes
festividades, las religiosas debían esconderla muy bien”.
La calle Franciszkánska está estrechamente ligada a la persona de
Karol Wojtył. Fue ordenado sacerdote en la capilla del Palacio Arzobispal, y regresó
allì como cardenal. Ocupaba el primer
piso con la famosa ventana desde donde
se asomó como Papa, durante su primer viaje apostólico a Polonia. Todos los días
los habitantes de Cracovia, mirándola, esperaban ver aparecer una figura
blanca. ¡Cuánta alegría se apdoerò de sus corazones cuando elnuevo Pontìfice
Benedicto XVI, siguiendo a su predecesor, les saludò desde aquella misma
ventana! En frente esta la Basìlia de
San Francisco, donde el Cardenal Wojtyła
pasaba tantas horas en oración. Hoy su “banco” lleva una pequeña placa.
Desde aquí mismo, desde la calle Franciszkanska, Karol Wojtyła partió
para el Conclave de 1978 para no regresar más a su amada Cracovia. Aquel
momento el señor Mucha lo recuerda asì: “Cuando le llevé la noticia de la
muerte del Papa Juan Pablo I, el
cardenal Wojtyła estaba sentado a la mesa almorzando. Escuche un fuerte ruido.
Al recibir la noticia algo se le cayó de las manos al Cardenal. Después lo
acompaño al aeropuerto, “Buen viaje, Eminencia, y hasta muy pronto” le dije. El
cardenal después de un profundo y triste suspiro me respondió “Nunca se sabe”.
Aleksandra Zapotoczny
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